UN DÍA DIFERENTE

Nos dejamos llenar de monotonía, levantarnos correr al trabajo, llevar las chicas al Jardín, corre que corre... que de vez en cuando es necesario hacer un alto en el camino y detenernos a admirar los regalos maravillosos que nos ha dado Dios y que son gratuitos, y así, recargarnos de gratitud para continuar.

Tras una semana complicada, me sentía un poco cansada y decidí pedir un día de permiso en el trabajo, con la expectativa de pasar un tiempo con mis chiquitas, que haciendo cálculos, solo las tengo conmigo aproximadamente 106 días de los 365 del año y cuál ha sido mi sorpresa que hasta lagrimas corrieron por mis mejillas al ver cuán maravillosas son y tanto que me pierdo por andar metida en la rutina, y como mamás es tan fácil hacerlo, porque todos los días queremos que todo se de como un reloj, puntual, perfecto y armónico, que nada se olvide, que todo coordine y empezamos a olvidar lo extraordinario que es vivir el desorden impregnado de sus sonrisas, la expectativa de este día fue totalmente superada.

El trabajo es importante, claro que sí, hace parte de nuestro desarrollo profesional y es el medio para obtener ingresos y ahorrar para el futuro de nuestra familia, sin embargo, nos necesitan tanto mamás, no nos imaginamos cuánto, nunca olvidemos que antes de ser aquellas ejecutivas y antes de ser el maestro de la orquesta que ayuda a que todos los componentes suenen acordes, somos sus mamás y para ellos mamá es un abrazo, es amor, es paciencia y es ejemplo, no es rutina y perfección.

El día comenzó sin más con la dulce voz de milu tatareando silabitas sueltas sin sentido, entre las que se le escapaba una que otra “mamá, mamá”, luego la sonrisa y saludo alcahueta de Gaby a su hermanita, se abrazan, se besan, se ríen y así despiertan, nos bañamos, nos arreglamos, desayunamos, y salimos a hacer diligencias, en el almacén, caos, la una corre, la otra coge, piden todo, quieren los zapatos más brillantes, el vestido más rosado y todos los jugos posibles jajaja, yo solo suspiro y me las disfruto; de camino a casa, encontramos un parque nuevo, salido de la nada, cuántas veces hemos caminado por esas mismas calles de afán al jardín, que nunca había notado que tenía columpios y como se que les encantan los columpios, cambie el plan de almuerzo por algo más sencillo y cedí tiempo de su preparación a aplaudir la astucia de Gaby en el pasamanos y lo atrevido de milu subiendo el rodadero al revés, un paisaje de felicidad, paz y amor inigualable, cuánto las extrañaba y cuánto han crecido en espíritu y en personalidad, antes de llegar a casa, un mini receso para tomar jugo de naranja con salpicon y verlas brincar como locas en una golosa de cualquier acera, acompañarlas y hacerles barra para que coman juiciosas, y el transcurrir de la tarde entre observarlas, aplaudirlas y amarlas.

Un día diferente, cuántas veces lo necesitamos, un día lleno de sencillez, unidas, compartiendo un rato de ser ellas y ser yo, una mamá impactada por la belleza de su inocencia.

Ojala al menos, una vez al mes, tuviéramos un día diferente, las invito a planear un pic nic, tarde de spa, de películas, preparación de cena en familia, empijamada, no sé, cualquier actividad que nos permita un tiempo de calidad junto a nuestros hijos, no son necesarias extravagancias, solo un tiempo de desconexión total, no celular, no trabajo, no intereses propios, solo ellos, solo verlos, solo aplaudir sus travesuras, solo apachurrarlos, solo ceder y dejarlos elegir su vestuario, lo que quieran cenar, un día diferente, solo un día puede marcar una gran diferencia en la relación con nuestros hijos, fortalecer lazos y recargar baterías y en los días de caótica monotonía recordar con agradecimiento cuánto reímos aquella vez y que pronto tendremos otro día sin igual.



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